lunes, 10 de diciembre de 2007

viajero sujeto a espacio



Angelo Kleiner Refyer






la calma de un lugar seguro dentro del avion que tano anhelamos



13/11/2007
Punta Pirámide
Viajero sujeto a espacio

El arranque fue pesadillezco y comenzó el día que compré un boleto de sobrecargo. En un inicio me sentía orgullosa y agradecida (por ahorrarme unos cuantos miles de pesos), pero jamás imaginé el arrepentimiento de los futuros días. El boleto aunque barato se tornó en una pesadilla que se repetiría durante largos días. Pensé que jamás lograría despedirme sin regresar a casa unas horas más tarde con la cola entre las patas después de tantos abrazos, lágrimas, consejos y promesas de partida.
Nada ni nadie puede asegurarte cuando partirás cuando eres un VIAJERO SUJETO A ESPACIO, significa que podrán pasar días, semanas, meses e incluso años, sin lograr el ansiado despegue.
Sólo hasta el momento de sobrevolar el lago infinito de luces de la Ciudad de México ya nadie podría bajarme del avión que me llevaba a mi destino.

La experiencia resultó ser como una competencia de resistencia, pasando cada día una segunda prueba de paciencia y tolerancia en el aeropuerto: ese espléndido no-lugar de listas de espera, filas, y horas muertas.
Los empleados de cualquier línea aérea padecen de un gusto sádico por atormentar a sus clientes, o de menos a los que están sujetos a espacio. Envidias y rencores se perciben en el aire. Uno de ellos detrás del mostrador sonriente, me dice que perdiera todas las esperanzas, lo más seguro, dijo, es que viajes a Buenos Aires hasta el próximo año, todos los vuelos están sobre-vendidos hasta enero, me dijo. En ese momento pensé: si es que logro partir algún día, el sentido de éste viaje estará totalmente perdido (imagina cómo regresé a casa). Al día siguiente volví a tener pequeñas esperanzas, estuve a tan sólo dos pasos de lograr el despegue. Junto con otras seis personas que esperaban ansiosas un hueco en el avión, ellas si lograron irse; me dieron mi pase de abordar, registré mi equipaje y subí a la sala de espera. Ellos volaron y yo no, pero por lo menos alguien si se había ido, quizá mañana yo fuera la afortunada. De hecho me nombraron, pero llegó un maldito deportado que se sentó en aquel lugar que yo ya soñaba mío y me quedé una vez más.
No fue sino hasta el domingo 11 de noviembre (fecha límite, pues en Argentina me esperaban hasta el 12 para ir a la Patagonia; un día después podía significar encontrarnos con la manada de pingüinos gigantes que gustan de arrojar baba sobre el pavimento de las carreteras, se detiene todo el transito local) que logré subir al avión sin que me echaran de vuelta a tierra, y todo gracias a la ayuda de un amigo que hice en los cardiacos minutos de ansiosa espera. Él logró escabullirme entre los largos pasillos y andenes, hasta que por medio de un agraciado bigote postizo que saco de su larga cabellera enredada fui confundida con Angelo Kleiner Refyer, el auténtico dueño del boleto que estaba atorado en una procesión a la Candelaria de narcomenudistas de las colonias circundantes al Parque de Huayamilpas.
Gocé del vuelo como nunca, nueve horas de viaje en los que bebí un sin número de vodkas con un par de argentinos y charlamos de música, cine, libros, viajes y drogas, sobretodo música y drogas amazónicas. Vi dos pésimas películas de melodrama, comedia, y una dogma de 4 horas, cordilleras por la ventana, leí un poco y apenas cerré los ojos cuando llegamos.
Bajé del avión y ya estaba mi padre, Rossini y Hugo (con un gran bastón mágico de los mapuche; antídoto perfecto para los aterradores pingüinos gigantes) esperándome trepados en un auto para emprender otro largo viaje, en línea recta, hacia los confines patagónicos.

1 comentario:

Unknown dijo...

A mi me estafó un tipo con un boleto de estos, a Europa, cuidado.... el malechor se llama Ernesto Jonathan Zamudio Román y maneja una tienda que se llama Janzan Shop. No confies en él http://www.estafadosporjonathanzamudio.blogspot.mx/