jueves, 13 de diciembre de 2007



















9 de diciembre
Buenos Aires

Me proponía hacer un fiel recuento de lo vivido, con todo lujo de detalles. Una crónica de las aventuras en la búsqueda de la locación perdida y los encuentros con la Patagonia. Sin embargo el vino, el asado y la noche de Buenos Aires ha atrofiado ésta misión. Ahora el viaje es un sueño que se mezcla con el embriaguez dionisiaca de las noches bonaerenses. Así que será la memoria la que haga un filtro de las experiencias significativas de la jornada.
Cierro los ojos y veo esa eterna línea recta en un horizonte sin vertical alguna. El carro avanza a toda velocidad hacia esos parajes solitarias del fin del mundo. El cielo corre sobre nuestras cabezas. Un cielo que se traga a la plana tierra. Gustavo no deja de ver un cuadro de Rothko en el horizonte, una pintura abstracta. El cielo y la tierra pierden su significado, son campos de color que cambian de tono, pasando por toda la gama de azules y verdes, amarillos y naranjas, rosas y violetas conforme avanza el día y cae la noche.
Reina la oscuridad y la recta no llega nunca a un punto final, el velocímetro sigue marcando 180 Km./hora. La música se escucha más fuerte y nítida junto con nuestras voces, pienso entonces que no puede haber mejor momento en la vida, más placentero y vertiginoso que éste.

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